Montreal y Laurentides, la escapada perfecta de invierno
Entre las muchas alternativas para unas vacaciones de esquí destaca la región de Laurentides, en Canadá, que además de increíbles bosques y montañas —con resorts de gran calidad y buena propuesta gastronómica y hotelera— tiene la ventaja de estar muy cerca de Montreal. Un tremendo dos en uno.
Por Brenda Béjar
Día 1: Saint-Sauveur
Hola, Montreal. Adiós, Montreal. Apenas llegues al aeropuerto —y te pongas las capas pertinentes de ropa— renta un coche y toma la carretera rumbo a la región de Laurentides. Ya habrá oportunidad de regresar a la ciudad con calma.
Después de manejar no más de 45 minutos, llegas a tu primera parada: Saint-Sauveur. Este pequeño poblado, además de contar con un pintoresco centro lleno de tienditas, restaurantes y galerías, es la sede de Sommet Saint Sauveur, una estación de ski que atrae a los locales, sobre todo a las familias, por sus actividades al aire libre, en especial por su parque para practicar snow tubing. Sería injusto decir que esta experiencia está inspirada en los niños, porque, aceptémoslo, seguramente el más divertido serás tú.
Tras un par de horas de deslizarse por la nieve en flotadores inflables se han ganado una cena abundante en proteínas. Una de nuestras opciones favoritas es Lola 45, que sirve comida de mercado y ostras. No te pierdas el tartar de carne, con almendras ahumadas, queso cheddar, aceite de chipotle y salsa dorada, y la pesca del día como plato principal.
Al terminar de cenar tienen dos opciones: si ya están muy cansados, pasar la noche ahí (ver sección de dónde dormir) o si todavía tienes energía seguirte hasta Mont-Tremblant, que está a unos 45 minutos de distancia, para adelantar camino.
Días 2 y 3: Mont-Tremblant
Dependiendo del lugar donde te hospedes, está la posibilidad de salir del hotel con los esquíes —o el snowboard— ya puestos y deslizarte directo a la pista. El resto de la mañana no queda más que disfrutarla entre los trails que elijas dependiendo de tu nivel. Hay 22 fáciles, 31 intermedios y 49 muy difíciles y extremos.
El área de esquí incluye más de 300 hectáreas y algunas partes están adaptadas para el esquí acrobático, por si lo tuyo es el freestyle. Para los más pequeños, hay una escuela y una zona para principiantes en la que pueden practicar sin mayores contratiempos.
En tus tiempos libres podrás descubrir que la villa de Mont-Tremblant tiene muchísimo encanto. Recorre caminando la parte nueva y la vieja hasta que encuentres un buen lugar para cenar. Si quieres comida francesa contemporánea, Choux Gras es la opción. Para algo más casual, Microbrasserie La Diable hace su propia cerveza artesanal.
Si buscas una actividad original y relajante para el après ski, no te pierdas el Scandinave Spa Mont-Tremblant. Aunque no lo creas, meterte a una alberca helada unos segundos —a veintitantos grados bajo cero— y después meditar en un espacio caliente algunos minutos es de lo mejor que le puede pasar a tu cuerpo. Sales de ahí como una persona nueva. Si no más zen, al menos sí más valiente.
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El segundo día de esquí te recomendamos ahorrar un poco de energía para la tarde, pues te esperan dos o tres horas de caminata en la nieve con raquetas, actividad en la que ahondaremos más adelante.
Una forma de hacer tiempo sin esquiar es caminar por las callecitas de la villa y descubrir sus cafés, tiendas y postres. En T-Bar, por ejemplo, no solo te podrás llevar un souvenir a casa, sino también personalizar tu propia playera con distintas técnicas.Si viajas con niños, es un must.
Para recuperar energía, el mix ideal es un té de hoja suelta en DavidsTea acompañado de una “cola de castor” de Queues de Castor. Este pan de masa frita (que va cubierto de azúcar y rematado con distintos toppings) es uno de los postres más tradicionales de Canadá. Por supuesto, se parece a esa parte del animal.
Antes de que caiga la noche, es momento de subir en la góndola hasta la parte más alta de la montaña para tomar el tour de snowshoeing + fondue, un gran incentivo para caminar por horas en ese frío.
El recorrido, de unos cinco kilómetros, es cuesta abajo, pero no por eso menos complicado. Eso sí: las vistas recompensarán todo esfuerzo. A medio camino, paras en una cabaña en medio de la nada para disfrutar un fondue de queso, otro de chocolate y vino. Salir de ese idilio para volver a enfrentarte con el bosque, ahora de noche, suena complicado. Pero caminar en la nieve a oscuras es otra experiencia divertida que vale la pena.
Día 4: Kanatha-Aki Nature Recreation Center
Esta maravillosa escapada te permite adentrarte más en la belleza de Laurentides: lanzarte al centro recreativo Kanatha-Aki. El camino no toma más de media hora y ahí podrás practicar una de las actividades favoritas del invierno, que es el trineo con perros.
Conforme te vayas acercando lo primero que llama tu atención es el aullido de los canes, ansiosos por ponerse a correr contigo. Una vez arriba del trineo, puedes elegir entre manejar o ir adentro, o turnarte con tus acompañantes. Es una experiencia única y fotogénica.
También puedes ver y alimentar bisontes en su hábitat natural, hacer una excursión de pesca y, si corres con suerte, comer trucha fresca en una encantadora cabaña alpina.
Reserva un momento para conversar con los “guardianes” del lugar (propietarios les parece poco apropiado): un francés amante de la naturaleza, llamado Stéphane Denis, y Dominique Rankin, el último jefe hereditario de la nación algonquina. Ambos estarán felices de explicarte de qué y para qué son todas las pieles que cuelgan en la cabaña, que está inspirada en la cultura nativa americana.
Aquí aprendes que la palabra «kana-tha-aki» es un término algonquin que significa «guardián de la tierra sin límites», y su misión es que todos los humanos descubran la más hermosa y salvaje de las ofrendas de la Madre Tierra.
Otra actividad por realizar en este centro de recreación es un curso para sobrevivir en lo salvaje, en el que aprendes desde cómo prender una fogata (sin importar las circunstancias), hasta cómo ubicarte y moverte sin GPS, cómo construir un refugio con lo que tienes alrededor, y cómo pescar una trucha con las manos y luego cocinarla en el fuego. Sí, como en The Revenant.
Después de esto tienes dos opciones: regresar a tu hotel en Mont-Tremblant o, si quieresvadelantar camino de regreso a Montreal, dormir en la villa de Sainte-Adèle. En cualquiera de las opciones, visita el spa. Te lo ganaste.
Días 5, 6 y 7: Montreal
Antes de llegar a Montreal queda una última parada: Lalande, una cabaña de azúcar donde podrás comer como un verdadero québécois, sin temor a los carbohidratos ni las grasas.
Después de una pequeña lección de cómo se obtiene la miel de maple, disfruta una comida, acompañada de música tradicional y bailes, que incluye: salchichas, jamón frijoles, papas y tortillas. De postre: pastel de azúcar y, por supuesto, hot cakes con maple. Al finalizar este incomparable festín puedes comprar todos los souvenirs habidos y por haber derivados de este delicioso dulce proveniente de los arces.
Ahora sí tendrás energía para partir toda la leña que se te ponga enfrente, o, en este caso, caminar sin parar por el resto de la tarde. Así que al llegar a Montreal aprovecha para conocer el casco antiguo o Vieux-Montreal antes de que caiga la noche (recuerda que oscurece temprano). Esto incluye: el Viejo Puerto, que siempre tiene un festival en turno (investiga previamente qué hay durante las fechas de tu estancia) y desde donde puedes apreciar el resto de la ciudad en la Gran Rueda; la Basílica de Notre-Dame, a la que un día tienes que regresar por la noche, ya te explicaremos por qué; y la plaza Jacques-Cartier, punto de reunión de los habitantes, tanto en invierno como en verano. El resto del tiempo, piérdete entre las calles.
Cuando cae la noche, ves que algunos edificios tienen proyecciones que narran la historia de la ciudad. Es el Cité Mémoire, un proyecto audiovisual a través del cual puedes conocer a los personajes importantes que influyeron en la historia de Montreal (para más información, busca y descarga su aplicación). Esta ciudad sobresale por su capacidad para crear contenido multimedia de gran calidad.
Para cenar, reserva en Restaurant L’Original, que está por la zona. El must es la hamburguesa de bisonte, aunque después de haber convivido con ellos tal vez no se te antoje tanto. En dado caso, prueba el estofado de ciervo acompañado de gnocchi. Total, sólo se vive una vez.
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Si quieres ahorrarte las adversidades de turistear por la ciudad en invierno, lo ideal es contratar un tour privado que te dé un recorrido a bordo de una cálida van o recorrer la ciudad por su versión subterránea que abarca kilómetros. Considera que eso te privaría de las vistas.
Lo más interesante es explorar este lugar como un punto de encuentro entre dos culturas: la inglesa y la francesa, y la posterior incorporación de muchísimas más. El resultado es una metrópolis muy vibrante y diversa, sobre todo en cuanto a manifestaciones culturales se refiere.
La primera parada debe ser el observatorio de la Place Ville Marie, una experiencia interactiva en donde acabas de entender la ciudad desde las alturas. Aprendes sobre gastronomía, cultura, historia, deportes y más. (Ojo: algunos fines de semana hay clases de yoga con esa increíble vista).
Lo siguiente es pasar un par de horas en algún museo. La ciudad tiene más de 50, pero el favorito de locales y visitantes es, sin lugar a dudas, el Museo de Bellas Artes de Montreal, que además de una excelente colección permanente suele recibir proyectos temporales de gran calidad.
Para shopping comercial, está el cruce entre Rue de la Montagne y Saint-Catherine. Para boutiques alternativas, avanza hasta la siguiente casilla (alias, los barrios cool de Montreal).
Si lo tuyo no son las compras y te quedaste con ganas de practicar deportes de invierno, Mont Royal es la opción. Es el parque más emblemático y bonito de la ciudad y durante esta temporada puedes practicar esquí de fondo, patinar o jugar en la nieve.
Antes de que acabe el día, regresa al centro para un espectáculo de luces y sonido que se proyecta por las noches en el techo de la Basílica de Notre-Dame. Otra maravilla multimedia.
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Una vez que le hayas puesto palomita a los imprescindibles a nivel turístico, es momento de explorar los barrios más chic de Montreal, que complementarán tu visita con un toque urbano. Comienza por el Barrio Latino, que está cerca de
la Universidad de Quebec. Tiene una atmósfera estudiantil desenfadada, llena de teatros y cafecitos. Aprovecha para visitar la Gran Biblioteca, que es muy bonita.
La siguiente escala es en Plateau, un barrio que durante mucho tiempo estuvo habitado por la población trabajadora francesa y hasta la fecha conserva su toque europeo y bohemio con la gentrificación natural.
Camina desde ahí hasta Mile-end, la zona más creativa del Plateau (acá vivieron artistas como Arcade Fire y Grimes), por la avenida de Saint-Laurent para contemplar maravillas del arte callejero, no sin antes pasar por el Hôtel-Dieu, una imponente edificación y el hospital más antiguo de la ciudad.
Algunas paradas imperdibles son: Dieu du Ciel!, un bar en el que hacen su propia cerveza artesanal; Point G, macarrones, macarrones y más macarrones; Schwartz’s Deli, sándwiches de carne ahumada al estilo de Montreal; La Montréalaise Atelier, sudaderas y playeras para mujeres con un toque único y chic; Fairmount Bagel, bagels recién salidos del horno de leña con el especial toque de la zona, más delgados y con ajonjolí; Le Lab, increíble coctelería de autor y Ruse Boutique, ropa y accesorios de diseño.
Si todavía queda un poco de tiempo, puedes llegar hasta el mercado Mercado Jean-Talon, que concentra lo mejor de los productores locales. Si fuiste una ciudad y no conociste su mercado, ¿realmente fuiste?
Montreal arquitectónico
HABITAT 67
Diseñado por Moshe Safdie como un proyecto de tesis, este complejo habitacional (arriba), formado por bloques de hormigón puestos de forma desordenada, es
un hito de la arquitectura moderna. Sigue habitado.
PARC JEAN- DRAPEAU
Este parque es la sede de un montón de festivales tanto en verano como en invierno y también de la Biosfera, una increíble construcción que formó parte de la Expo 67 y hoy es un museo dedicado al medio ambiente.
BOTA BOTA
¿Qué te parece la idea de un spa sobre el agua? Este se encuentra dentro de un barco aparcado sobre el puerto con vista al río San Lorenzo y el paisaje urbano de Montreal. También ofrece circuitos de agua fría y agua caliente, como el de Mont-Tremblant
Montreal para foodies
Por su toque moderno
TOQUÉ
Es cocina de mercado que utiliza técnicas innovadoras (como foie gras frito al sartén con moléculas de agua). Hay que pedir el menú de siete tiempos acompañado del maridaje de vinos, pues la cava es impresionante.
Por su diseño
PASTEL RITA
Es ese tipo de cafetería —y también estudio de arte— como sacada de una película de Wes Anderson, en donde no sabes si comer o fotografiar todo. Recomendado sobre todo para el desayuno: la carta ofrece platillos amigables, como sándwiches, ensaladas y sopas.
Por su sabor
LE ST. URBAIN
Uno de los secretos mejor guardados de los locales es este bistró de lujo para esas personas que están dispuestas a viajar por la comida. Está lejos de todo. La recompensa es una de las mejores muestras de cocina moderna de la ciudad.
Por su parrilla
FOXY
En cuanto entres distingues el delicioso ahumado, elemento central de esta cocina. Nos atrevemos a decir que acá encontrarás uno de los mejores steaks de la ciudad. Dorado por fuera y jugoso por dentro.