Beijing a primera vista
Beijing es la tercera ciudad más poblada del mundo y no entiende de puntos medios: puede maravillarte con edificios futuristas o perderte en los hutongs. Éstos últimos son barrios tradicionales chinos que datan del siglo XIII, cuando la dinastía mongola se instauró en China y en donde —dicen— se oculta el verdadero Beijing.
Por María Martínez Merentes
DÍA 1
Los desayunos chinos pueden intimidar. Empieza probando el jianbing, una crepa de 40 centímetros rellena de pan frito, cebolla y huevo. Es el desayuno por excelencia en el norte de China y la mejor forma de vivir la experiencia es en uno de los cientos de puestos callejeros que se encuentran por la ciudad.
Dirígete a Tiananmen Square, una de las plazas públicas más grandes, aunque al llegar te darás cuenta que no es tan pública: para entrar debes pasar por una revisión minuciosa. El lugar está bajo mucha vigilancia en parte porque aquí está el mausoleo de Mao Zedong, quien proclamó la República Popular China en este sitio en 1949. Aunque suene contradictorio, la plaza no se puede pisar por ser un gran legado histórico.
Luego de verla desde la calle, camina por debajo del retrato de Mao, en dirección a la Ciudad Prohibida. Éste es el complejo palacial más grande del mundo, proclamado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Es una ciudad dentro de la ciudad que fue, durante 500 años, la residencia oficial de los emperadores y sus cortes. Entrar sin invitación era castigado con la muerte. Ahora, como zona turística, te recibe con una cafetería que ayuda a satisfacer la necesidad de cafeína en las mañanas. En China, el café no es una costumbre y los jóvenes, más abiertos al mundo occidental, están empezando a adoptar la cultura, por lo que la mayoría de las cafeterías locales abren después de las doce del día. Así que vale la pena, al ver una abierta, aprovechar el momento.
Asegúrate de no perderte el Museo de los Relojes, cuenta con cientos de artefactos para medir el tiempo que fueron regalos para el emperador Qing por parte de gobiernos extranjeros. En el extremo norte se encuentra el Jardín Imperial, un jardín tradicional chino de 700 metros cuadrados con cipreses antiguos.
Saliendo por la puerta este llegarás al restaurante TRB Forbidden City, una propuesta casual de estilo europeo, pero con ingredientes locales. El menú cambia constantemente pero siempre ofrece cinco tiempos y puedes optar por pedir a la carta: ostras de entrada y como plato principal la carne wagyu acompañada de espárragos, pesto o trufa.
Si prefieres una opción más local, cerca del Lama Temple está King’s Joy, un restaurante vegetariano que es un templo en sí mismo. El chef Pan Jianjuf, un antiguo discípulo de un templo budista, creó una propuesta libre de carne a base de vegetales, hierbas y hongos que evoca platillos carnívoros. Después de comer aléjate del centro y visita el Central Business District, una parte de Beijing que te recuerda que estás parado en una de las ciudades más modernas del mundo. Acá los edificios son traídos del futuro, en especial la CCTV Tower, obra del reconocido arquitecto Koolhaas. Ahora, ¿cocteles en el cielo? En el piso 65 del Park Hyatt Hotel se encuentra China Bar, el lugar ideal para ver toda la ciudad mientras esperas a que el sol se vaya acompañado de una selección de vinos y bebidas de primer nivel.
DÍA 2
Empieza tu segundo día con el Beijing imperial: llega temprano al Palacio de Verano para evitar las multitudes. Este enorme palacio fue concebido originalmente para el goce exclusivo de la familia del Emperador Qianlong en 1750, pero hoy sus casi 300 hectáreas se aprovechan por los pekineses para recreo, sobre todo en fin de semana. Recorre sus residencias, pagodas y teatros, y camina sobre el Gran Corredor, un pasillo techado de 750 metros que bordea el lago Kunming, una formación artificial que tiene forma de durazno por ser la fruta que representa la longevidad. Termina con una visita a Suzhou Street, una calle comercial a orillas del lago. Las mejores vistas (y fotos) son desde Longevity Hill y desde el pabellón del palacio. Saliendo, para una experiencia gastronómica local, ve a Heshum Smalltown (Wanliu) y conoce los sabores de la provincia de Yunnan. La especialidad de esta región son los hongos, especialmente los salvajes.
Después de comer, haz tu camino en taxi al antiguo Beijing urbano, al hutong de Nanluoguxiang. Los hutong son barrios tradicionales chinos que datan del siglo XIII, cuando la dinastía mongola se instauró en China y en donde —dicen— se oculta el verdadero Beijing. Éste en particular se junta con la calle de la Torre del Tambor. Encontrar las torres del Tambor y de la Campana es común en las ciudades del norte de China. En el pasado, eran utilizadas como instrumentos musicales y para dar la hora: al amanecer se escuchaba la campana y al atardecer, el tambor. Los hutongs son tan viejos que el drenaje no ha podido llegar a todas las calles y la gente sigue utilizando los baños públicos, un vistazo a los usos y costumbres antiguos del país.
Luego de curiosear en las tiendas de todo del hutong, toma el metro en dirección al Templo del Cielo. Construido en 1420 fue un recinto en donde, tanto la dinastía Ming como la Quing, daban gracias al cielo por las cosechas de la temporada. El templo está rodeado de jardines en donde puedes pasar horas caminando y observando a los locales practicar artes marciales, danza y música. Definitivamente es uno de los lugares más bonitos de la ciudad.
En Beijing hay que probar el pato pekinés, después de todo es el platillo de los emperadores. Michelle Obama lo comió en Da Dong, pero la recomendación es Duck de Chine, ubicado dentro de un complejo de bares, restaurantes, jardines y galerías llamado 1949; uno de los destinos gastronómicos y de entretenimiento más interesantes y chics de Beijing.
DÍA 3
La Gran Muralla China fue construida durante la Dinastía Qin (200 a. C.) para protegerse de los ataques mongoles. Al unificar el imperio, el emperador pudo juntar los trechos más antiguos de la muralla y lograr sus 7,300 kilómetros de longitud. Fue una buena estrategia militar ya que permitía por medio del fuego (en la noche) y del humo (en el día) avisar rápidamente la presencia de un ejército enemigo.
Hay varias secciones abiertas al público y la regla es: entre más cerca de Beijing y más restaurada, más gente. Las secciones de Jinshanling y Simatai, a tres horas en auto de la ciudad, son perfectas para aquellos que evitan las multitudes, aman caminar y quieren sentir la verdadera edad de la muralla (estas secciones no están tan renovadas). Es una experiencia mucho más auténtica y más exigente: por partes subes escaleras tan inclinadas que parece que se dirigen al cielo, pero la razón por la que pierdes el aliento no es la altura sino la vista. Para la excursión lleva un picnic y siéntate a comer en alguna de las torres de la muralla, incluyendo vino o champaña, ya que el momento es tan épico que un buen brindis nunca está de más.
De regreso a Beijing, visita el Parque Olímpico. El Bird’s Nest y Water Cube ofrecen un espectáculo de luces que te hará viajar en el tiempo a las Olimpiadas de 2008. De esta parte moderna de la ciudad, viaja al pasado para cenar en Mei Fu, un restaurante en el Daxiangfeng Hutong cuyo nombre hace honor a uno de los actores más icónicos de la Ópera de Beijing, Mei Lanfang. Pide los camarones con castañas y piña: son perfectos para despedirse de Beijng.