48 horas en Guadalajara

Más allá de las tortas ahogadas y la carne en su jugo, una escapada por la capital tapatía con paradas turísticas y gastronómicas no tan obvias.

Día 1: Chapultepec, su arquitectura y espacios

No es ningún secreto que, actualmente, el mejor lugar para brunchear en Guadalajara es Palreal, una excelente propuesta culinaria tanto vigente como sabrosa. De su menú sobresalen el lonche de pancita bañado en salsa verde, las encacahuatadas de requesón y, por supuesto, el café de método, que es tostado en casa por uno de los socios.
Una vez en el mood de provincia, la op- ción es dar un paseo por Chapultepec, que comprende las colonias Americana, Moderna y Lafayatte, una zona que sobresale por su ambiente bohemio y juvenil, y por sus construcciones, pues alberga bastantes casas de la Escuela Tapatía de Arquitectura.
Perderte entre las calles es la mejor opción para ir descubriendo estas maravillas diseñadas por Ignacio Díaz Morales, Pedro Castellanos, Rafael Urzúa y Luis Barragán, personajes que prácticamente crearon la arquitectura regional moderna. Aunque si quieres un rumbo más definido hay dos lugares que son esenciales: la Casa ITESO Clavigero y la Casa Quiñones.
Una vez satisfecha tu dosis cultural, la próxima parada es en la calle de Libertad, una de las vías más bonitas de la ciudad, donde puedes encontrar desde hermosas casas construidas durante el porfiriato, hasta mercados gastronómicos, cafeterías, casas de té y bares. Detente en donde más te guste para tomar algo sin prisa.

Siguiendo en línea recta, la próxima escala es en el Templo Expiatorio, una joya arquitectónica neogótica que muchas personas pasan de largo por darle prioridad al centro, pero que en realidad es una edificación de piedra bellísima. Además, justo a unos pasos se encuentran dos excelentes spots de la ciudad: el Museo de las Artes de la Universidad de Guadalajara, con una importante colección de arte local, y el Parque Revolución, cuya construcción también estuvo a cargo de Luis Barragán.
Para estas alturas, es posible que de tanto andar haya regresado el hambre, así que más vale hacer lo propio y cenar —por no decir merendar— en Tikuun Comedor Local, un espacio de cocina de autor liderado por el chef Carlos Espinosa. El menú cambia constantemente, por lo que sería poco útil recomendar algún platillo en específico, aunque no está de más advertir que ahí siempre vale la pena guardar espacio para el postre.


Día 2: El Centro y algo más

Antes de llegar al centro de la ciudad, es imposible no regresar a una de las calles visitadas durante el día anterior: Libertad. En esta ocasión, hazlo para desayunar o brunchear en La Cafetería, otro de los preferidos por los locales por su variedad de chilaquiles —los puedes encontrar con crema de pepita de calabaza, cilantro y almendra, rancheros o con epazote— y por sus panes dulces. Acompaña todo esto con un buen jugo de lima o un café. Esa es la única escala antes de emprender la ruta más tradicional en cuanto a turismo se refiere.
El recorrido por el Centro Histórico comienza por la Catedral de Guadalajara y las plazas que están a sus costados que, vistas desde las alturas, forman una cruz: la Plaza de la Liberación, la Plaza de Armas, la Plaza de los Laureles y la Rotonda de los Hombres Ilustres, un proyecto que fue concebido por el arquitecto Ignacio Díaz Morales e implicó un par de demoliciones con tal de despejar los puntos cardinales para poder apreciar esta vista panorámica.La ruta sigue hacia el Palacio de Gobierno, cuya fachada es muy bonita y, adentro, en sus escaleras, alberga un mural de José Clemente Orozco. Al salir, la información visual pelea por tu atención: entre el Teatro Degollado, el Templo de San Agustín y el Palacio de Justicia, no sabrás hacia dónde ir. No te preocupes: todas las opciones valen la pena.
Después es momento de caminar hasta el Hospicio Cabañas, el favorito de favoritos. Un imponente edificio de estilo neoclásico que alguna vez fungió como hospicio y ahora se encarga de preservar arte mexicano. Después de visitar sus colecciones, piérdete entre sus 23 patios y disfruta de la obra maestra que es su Capilla Mayor.

El itinerario puede terminar en San Juan de Dios, uno de los mercados techados más grandes de América Latina que refleja el folclor tapatío y, por lo mismo, obsesiona a los extranjeros. En sus puestos puedes encontrar desde fayuca hasta artesanías y antojitos para estómagos valientes.
Para los estómagos más escépticos, quedan otras opciones antes de dar por terminada la visita a la ciudad. Si quieres seguir con lo mexicano, no te pierdas La Tequila, un restaurante de tradición que nunca falla con sus molotes de plátano macho rellenos de frijol o sus tacos de rib eye con tuétano. Para algo más casual, date una vuelta por Pig’s Pearls y pide una hamburguesa de cordero con queso de cabra, aceitunas negras, portobello, mermelada de cebolla y arúgula. Y una cerveza artesanal local, obviamente.

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