48 horas para foodies en la CDMX
Después de vivir seis años en la Ciudad de México y regresar a mi ciudad natal, Monterrey, lo que más extraño son los restaurantes. La variedad, pero sobre todo la calidad es comparable a cualquier ciudad cosmopolita del mundo. Ahora cuando voy, me gusta tener planeado el fin de semana, y en mi caso, todo gira alrededor de dónde voy a comer. Aquí hago mi lista con los lugares que más disfruto y a los cuales siempre regreso.
Por Gabriela Romero (chef y socia de Belmondo)
Viernes es de Contramar. Se llena a tope y cuando piensas que no cabe una mesa más, desfilan meseros con sillas y, como por arte de magia, acomodan una para seis personas. El lugar es ruidoso, te topas a todo el mundo y por más lleno que esté el servicio siempre es impecable. Es básico reservar. Siempre empiezo con las tostadas de atún con mayonesa spicy, aguacate y poro frito, que tanto las han copiado pero ningunas tan ricas como eestas. El pescado a la talla lo pido combinado rojo y verde y, de postre, el flan de coco y la tarta de higo.
De ahí me paso a Félix Bar a seguir con drinks y botanear. El lugar es chiquito, pero con mucha personalidad. Es al bar de La Roma que, al igual que el Contramar, siempre vas. Lo ideal es pedir una mesa afuera para sentarte a ver desfilar la gente que camina sobre Álvaro Obregón. Después de unos tragos —acompañados de una buena conversación—, se antoja la miniburger, que es deliciosa y del tamaño perfecto para botanear y seguirte la tarde hasta que caiga la noche.
El sábado comienzo con buen brunch en Lalo del chef Eduardo García que por su capacidad para resaltar cada ingrediente, sin pretensiones pero siempre innovando y dando una sorpresa en cada platillo, para mi gusto es el mejor de México. Después, para bajar tremendo desayuno, me encanta caminar por la Roma; sobre la calle Colima hay varias tiendas de lentes, tenis y ropa, entre otras para curiosear.
Cuando estoy en CDMX aprovecho para caminar a donde pueda y si el clima lo permite, ando por Reforma para pasar por un omakase en Sushi Rokai, en la Juárez. Me desvía un poco, pero vale la pena. El Rokai es de los lugares con mejor calidad en pescados y, ya sea que pida a la carta o el omakase, es una garantía de comer lo mejor en sushi en la ciudad.
Para cerrar con broche de oro ceno en Havre 77, un bistró tan clásico —también del chef Lalo García— que es como si estuvieras en París. Siempre empiezo con el tartare de res, que es de los mejores que he probado, y una ensalada de lechugas simple y perfecta (que he intentado replicar y nunca es tan buena). Si vamos varias personas, aprovecho para pedir los ostiones frescos, que les llegan a diario de Ensenada, y que sirven con mignotte. De plato fuerte: el steak frites con cocción perfecta y unas papas fritas deliciosas; de postre, un clásico crème brûlée.
El domingo es de Centro Histórico. Desayuno en El Cardenal de Marconi y Tacuba, que está a un lado del Museo Nacional de Arte (y que puedes visitar después). No puede faltar una concha con nata para empezar y luego los huevos a la cazuela con frijoles. Recomiendo reservar ya que se llena y la lista de espera es larga
Después del MUNAL camino por Tacuba, la cual es una calle preciosa, y visito la Perfumería Tacuba: un viaje en el tiempo y un lugar donde se compran ingredientes a granel, como agua de rosas, glicerina y jabones naturales. De ahí puedes pasar al Zócalo, a la Catedral, al Templo Mayor y al Antiguo Colegio de San Idelfonso, que es una belleza arquitectónica y siempre tiene exposiciones itinerantes muy interesantes.
Después de tanto caminar me voy por un late lunch/early dinner en Danubio. Este es un clásico de la ciudad y es de mis lugares favoritos. Es un lugar muy old school fundado por vascos y se reconoce por su pescado y sus mariscos. La sopa verde de pescado es de lo más rico que he probado, así como los langostinos y las sardinas frescas asadas.
Y así termina un gran fin de semana, con muchas ganas de regresar pronto. ¡Adiós, CDMX!