24 horas en Reikiavik
Contrario a lo que se cree, la capital islandesa no sólo es un punto de partida para el resto de la aventura natural, sino que es una ciudad llena de personalidad que merece una visita de uno o días completos, dependiendo del ritmo del viajero. Desde su interesante escena musical, hasta sus pequeñas galerías y propuestas gastronómicas, estas son algunas de las paradas indispensables.
Para comenzar el día, la opción es visitar desde temprano Hallgrímskirkja, la fotogénica catedral luterana que pareciera un edificio derivado de una obra de ciencia ficción. La imponente construcción se alcanza a ver desde distintas zonas de la ciudad, pero, sin duda, de cera la vista es más impactante, pues se puede aprecias la simplicidad de sus bloques grises que simulan la lava basáltica tan común en los paisajes islandeses. Toma el elevador para una vista 360 de la ciudad.
Camina unas cuentas cuadras hasta alcanzar la calle de Laugavegur, una de las arterias comerciales más importantes de la ciudad. Puedes pasar el resto de la mañana perdiéndote entre las calles paralelas para descubrir las mejores cafeterías artesanales, restaurantes, bares, galerías de diseño, tiendas de ropa y disquerías. Ve en el recuadro de abajo algunas de nuestras favoritas.
Una vez satisfecha tu curiosidad sobre cómo se bebe, come y compra en un lugar tan remoto, es momento de retomar la caminata hasta el puerto. Andar por el muelle, mirar las embarcaciones y los viejos cobertizos transformados ahora en restaurantes y operadoras turísticas. Pasar por el “Viajero del Sol”, la famosa escultura de Jón Gunnar Árnason, e imaginar la importancia que la vida marítima tiene para este país, para rematar la tarde con una visita a Harpa, un centro de conciertos y conferencias cuya fachada de vidrio y acero es muy llamativa. Después de curiosear por sus tiendas e interiores, más vale encontrar una buena ventana para contemplar el atardecer desde ahí.
Paradas que bien lo valen:
12 Tónar. Una pequeña tienda de discos donde puedes tomar un café mientras descubres la excelente selección de artistas islandeses —algunos en vinilo—, todo en un ambiente muy acogedor, donde puedes conversar con los dueños y pedirles recomendaciones como si estuvieras en la sala de su casa.
Reykjavík Roasters. Una cafetería de especialidad en la que tuestan su propio café y la calidad es inigualable: casi una institución. Suele estar bastante ocupada y no hay mucho espacio para sentarse, así que más vale ir al grano (chiste intencional).
Hrím Hönnunarhús. Cualquier entusiasta del diseño debe visitar esta tienda. Está llena de caprichos que no sabías que tenías, pero ahora necesitas, al estilo nórdico: minimal, sencillo y funcional. Desde la taza perfecta hasta el jarrón que estarás dispuesto a llevar en la mano por el resto del viaje.
Mikkeller & Friends. Por más frío que haga, nunca se deja de antojar una buena IPA. Acá puedes encontrar una cuidadosa selección de veinte cervezas que va rotando opciones locales e internacionales. Prueba las pizzas del primer piso.
Gamla. Un lugar sin pretensiones donde puedes probar comida auténtica: Es decir: pescado y cordero. De entrada, pide cualquiera de las sopas, pero no te pierdas el bacalao sazonado con ajo y apio acompañado de puré de papa y verduras. Las porciones son generosas.